Decretar no es una novedad para las personas, más ahora que tanto se sabe al respecto, miles de personas despiertan con oraciones o premisas que se repiten a diario para sentirse más seguros de ellos mismos.
Decretar, describir lo que se desea manifestar en una realidad concreta en la vida misma. Declarar lo que uno anhela, concretar y construir, no hay nada negativo o en contra al hacerlo.
De hecho, al parecer, las personas que no declaran sobre sus propias vidas son aquellas que no han decidido sobre su Por-venir.
Entonces resulta productivo manifestar lo que deseamos. La cuestión es, sabiendo que existe una fuerza creadora anterior a la existencia misma. La que llamo Inteligencia Suprema, Dios. Que tiene muy bien organizado todo sin que un ápice de la creación sea dado por casualidad y sin una justificación. Sabiendo que Dios es quien, finalmente, conoce el por qué de las cosas y el orden en que se producen. Me resulta tan difícil pensar que podría decretar situaciones que, finalmente, me podrían resultar adversas o caóticas para mi crecimiento personal.
Decretar sin considerar el plan de Vida que Dios tiene para mi es absurdo. No concibo un espacio en donde mis planes prevaleciesen por encima de lo que La Inteligencia Suprema desea para mi. Más aun si lo que Dios desea, permanentemente, es para mi crecimiento espiritual.
Es por ello muy sencillo comprender que para mejorar mis decretos y declaraciones debo adecuar mis palabras a la voluntad de Dios. Por ejemplo "Declaro que con la bendición de Dios y siempre que sea para mi edificación, según su voluntad,....."
Ten en cuenta que no puedes forzar la figura diciendo declaro que "Dios me dará" o "Dios me hará". Técnicamente estás limitado a nunca condicionarlo, no se trata de lo que quieras, se trata de qué tanto estás dispuesto a que no se haga tu voluntad sino la suya.
Si pones en práctica estas pautas te prometo que los resultados quedarán comprobados.